Friday, February 6, 2009

Weber: El desenmascaramiento de la técnica.

Weber: El desenmascaramiento de la técnica.


El carismático es un cuerpo político. Trabaja en sí mismo la masa imaginaria colectiva como seducción y secreto. El carismático posee “algo” que el resto carece; ejerce poder mediante un saber que le es propio: y Secreto. Es el núcleo de su autoridad y distancia respecto de las masas. Eso que oculta y aparece como “mágico” o “natural” o como “don” es lo que Bourdieu describe como Capital Cultural: algo aparece, algo se calla: se dice y se disfraza. Es la danza social de las recíprocas ocultaciones de la voluntad de poder. El carismático es capaz de producir esa creencia de un plus sobrehumano del que el resto de los animales humanos está privado. Él mismo es el “nuevo” orden simbólico a advenir; Es la Ley. Por encima de todos, nada y nadie lo toca, la ley no lo alcanza: crea sus propias reglas, subvierte el orden, inventor de sentidos y valores. Pervierte el orden social. Es el Pastor de Nietzsche: guía de rebaños. Creemos que no se trata tanto del humano del cual el carisma emana como manantial de “no sé que tiene pero fascina”: se trata del modo en que el deseo colectivo enviste sobre la representación política en un momento determinado. En “La transformación anti autoritaria del carisma” (EyS. TomoI) Weber afirma que el carismático se debe a su reconocimiento y que el principio de legitimidad no es otra cosa que el bienestar de los dominados. El carismático es un tipo a quien la cotidianeidad económica no subyuga, siente una misión, una predestinación, un llamado, no vacila al asumir el costo del poder: es lo antitético a un Chacho Álvarez. El carisma no se trabaja para obtener un sueldo, prestigio; ni para hacer carrera: tiene que ver con el infinito al cual se apunta. Dice Weber en “La dominación carismática y su transformación” (EyS TomoII) “El carisma conoce solamente determinaciones internas y límites propios El carismático no es ningún efecto de estructura: es lo inasible de la misma que la provoca. El apostolado de carismáticos está lleno de apartados del mundo: ejerce un estilo de vida, una forma de vida, singulares. Sin embargo, no creemos que el carismático, es decir, el poder que encarna y representa, sea un poder que “el demagogo” crea de la nada: existía ya diseminado en el cuerpo social de la familia, la medicina, el ejército, la escuela, el trabajo. El Sigfrido de Wagner no es una invención de la juventud hitleriana. Cuando Weber analiza las formas de poder social se trata de distribuciones del mismo en estamentos, clases, partidos o el poder que se ejercería en virtud de la posesión de un objeto: el objeto-burocrático (Estado) en la dominación racional-legal o el objeto-sagrado (creencias) en la dominación tradicional. En la dominación carismática el carismático mismo es Poder. ¿Por qué? Porque el carismático es quien es capaz de darle un sentido al sufrimiento, un “para esto del dolor”. Al sinsentido del dolor, el ideal ascético ofreció un sentido que justificaba la condición del hombre domesticado, hastiado, cansado y su deseo de final. El carismático no es el superhombre de Nietzsche: el superhombre es el Amo solitario que no necesita ninguna forma de reconocimiento. El carismático es el Pastor, el sacerdote ascético, que Nietzsche describe en su “genealogía de la moral”; subversivo de valores y sentidos y esclavo de los otros; es el que “se debe a su público”: “... el poder de su desear es el grillete que aquí lo ata, justo con ello el sacerdote ascético se convierte en el instrumento cuya obligación a fin de crear condiciones más favorables para el ser-aquí y el ser-hombre, justo con este poder el sacerdote ascético mantiene sujeto a la existencia a todo el rebaño de los mal constituidos, destemplados, frustrados, lisiados, pacientes de sí de toda índole, yendo instintivamente delante de ellos como pastor...” El sacerdote como el carismático presentan otro mundo, uno mejor y posible, del cual son enviados o visionarios, ejercen un gobierno sobre sí, un control sobre sí. Es el budista que moja una toalla y medita en el frío del Himalaya, es el cristiano que lascera su cuerpo, es el marxista que se abstiene de falsas necesidades: muestran este mundo devaluado, por sus propias técnicas de alejamiento, corrimiento, crítica, represión. Quedamos impresionados por estas demostraciones de gobierno sobre sí, les creemos superioridad, devaluamos nuestro mundo, nuestra cotidianeidad se nos aparece como mediocridad barata, pura ilusión, velos del mundo superior: nos entregamos a un más allá al cual nos conducen, como ovejas.

Debajo de funcionarios disciplinados, debajo de todo el castillo técnico de burócratas del alma, la rueda infernal de la sociedad moderna esta vacía. Weber encuentra en el carismático el poder de lo político mismo: la creación de sentido y valor. En el desenmascaramiento weberiano, debajo y en el fondo, yace la fuerza, la pura fuerza de la interpretación: el lobo del hombre.

Fuente: Proyecto V